jueves, 10 de enero de 2008

La complicidad del fracaso

fracaso.jpgEn la mayoría de los casos los fracasos de nuestros hijos están amparados en la complicidad y comodidad mutuos.
El ser humano como cualquier otro animal de este mundo no ha nacido principalmente para trabajar ni siquiera en acatamiento de la maldición bíblica, sin embargo trabajar es relativamente fácil, a veces trabajar no requiere mucho esfuerzo.
El trabajo y la ambición estresante son elementos cotidianos, añadidos, posiblemente como consecuencia de nuestra necesidad de vivir y ser reconocidos por la sociedad, la condición natural es la tendencia a la comodidad y la elección de lo fácil. El estudio, asunto que nos ocupa, como cualquier otra disciplina o actividad que necesite concentración, trabajo y sobre todo esfuerzo, resulta tediosa y difícil, a diferencia por ejemplo del deporte, aquí lo importante no solo es participar, es importante además de participar superar los exámenes, lo que añade una dosis de trabajo, esfuerzo y concentración mayores.
Pero si además aparecen elementos de estrés y situaciones de angustia debido al conocimiento de nuestras limitaciones para superar el examen, porque nos ha pillado el toro y tenemos un sentimiento de culpa por dedicar más horas a la consola que al estudio, la cosa se complica, el panorama a primera vista resulta desalentador y si además, e imitando al Sabina, pongamos que hablamos de nuestros cachorros la cosa parece incluso que suena peor.
Nuestros hijos intentan salir del atolladero, y como primera intención buscan la solución fácil: la renuncia al esfuerzo, con la frase típica, “es que no me gusta estudiar” y en ella buscan nuestra complicidad y nuestro consentimiento. Debemos de ser conscientes que la frase encierra una renuncia clara al esfuerzo y al trabajo disciplinado, y por tanto nuestra función como padres es reconducir los pequeños descalabros hacia el triunfo basado en el esfuerzo y la constancia.
El estudio, cuando se supera la fase de torpeza y de agobio que supone el desconocimiento y la falta de destreza ante la incapacidad de entender y asimilar tanta información, como sucede en materias como las matemáticas cuando dejan de ser sumas y restas, y en la naturaleza nos dicen que hay física y química. Superado esto, no sin una gran dosis de esfuerzo y ganas por salir de la neblina, el estudio es una de las facetas más apasionantes que nos podemos encontrar en nuestras vidas tanto individual como social, nos enganchara y formara parte de nosotros, y le encontraremos el verdadero sentido cuando esa necesidad de saber y de estudiar se manifieste fuera de la rigidez de los años académicos, y sea ya por puro placer de mantener la mayor miseria del ser humano: la ignorancia, a raya.
Pero para superar esta fase de desanimo se necesita disciplina y constancia en el estudio y lo que nos parece correoso y difícil de entender, se vuelve amigable y se va entendiendo, la sensación de estar en un túnel oscuro, agobiado y desanimado, poco a poco se convierte en un día soleado y alegre, con mucha constancia, el resultado y el premio es grandioso, el conocimiento nos convierte en otras personas, nuestra percepción de la realidad la entenderemos en base a ese nuevo bagaje que supone mayor conocimiento y mejores herramientas para manejarnos en un mundo que nunca nos será fácil.
Los padres no debemos de ser cómodos y caer en la tentación de lo fácil solidarizándonos con la rendición permanente de nuestros hijos, el trabajo formara parte obligatoriamente de sus vidas, pero la filosofía del esfuerzo se ha de transmitir y enseñar.

No hay comentarios: