domingo, 6 de marzo de 2011

La media hora del bocadillo

trabajadorMientras se tomaba un carajillo, un compañero el otro día me preguntó, con cierta distracción y sin esperar más respuesta que el típico, “y yo que sé”: ¿cuanto duraría esto?.  La pregunta por corta, contiene y contenía altas dosis de indefinición y la malicia del que te quiere liar.  Podía haber comenzado con el típico, “hace frio esta mañana”, pregunta concisa, concreta y de respuesta igualmente clara, “pues si”, respuesta que no requiere esfuerzos, y que cumple perfectamente con el protocolo de la cortesía mañanera.

Pero, “ cuanto durara esto”, no es una simple pregunta, es claramente una distracción, un estar pensando en otra cosa.  Existían dos posibilidades, en esas prontas horas, aplicar la pregunta a lo que estábamos haciendo y responder de forma rápida y decidida un “pues hasta que se acabe” y dar por zanjada la situación o caer en la temeridad de preguntar ¿a que te refieres? y comenzar a transitar un túnel que ni los mas avispados pueden intuir los peligros que encierra.

Con la misma distracción y también desgana, le pregunte ¿a que te refieres?, y ese fue el punzón que hizo despertar a la fiera, no me respondió, me conmino con otra pregunta: ¿que tienen los alemanes que no tengamos nosotros?, si la primera era peligrosa, esta venia envenenada, cuantas cosas y tan variadas pueden tener los alemanes que no tengamos nosotros y viceversa.  ¿cual seria el fondo de sus preocupaciones para no encontrar la pregunta correcta?, la que le diese un poco de luz a sus dudas.  El seguía con su carajillo y su croissant, antes ya había terminado con un bocata de lomo de orza con su correspondiente manteca.  Parece que la combinación de tan excelentes ingredientes le ayudo a entonar la que era su pregunta escondida, su duda, y tal como la expuso su temor. ¡Si esto no se arregla me iré a buscar otro país!

Pero hombre, no te preguntes de lo que tienen los alemanes y pregúntate que nos falta o sobra a nosotros, para que esto no dure demasiado, y ten un poco de paciencia,  tomate el carajillo y vámonos.

Y sin yo preguntarle, del mismo modo que el socorrido ¿dices tu de la mili?.  Me lo conto todo.  Ahora ya se que nos falta y que nos sobra, y también lo que esta en su lugar.

Gracias a la media hora del bocadillo.

martes, 1 de marzo de 2011

nuestro reloj ¿de arena?

reloj de arena rotoCuando hace algunos años, aún era muy joven, me resultaba imposible imaginar la vida sin todo aquello que siempre me había rodeado, gente, calles, paisajes, familiares, amigos…todo debía de permanecer inalterable menos el mal tiempo, no podía ser de otra manera, lo contrario era agresión, sin duda ese era el deseo, y la mayoría de las veces la voluntad.  Dejar nuestras cosas, nuestra vida, por el camino no ha sido, o es, agradable,  y muchas veces resulta un infierno.  En el camino realmente no dejamos nada, “unas” las perdemos y “otras” nos las quitan, yo soy más de perder, aunque es considerable también lo quitado.

Se pierden muchas partes por el camino, pocas permanecen inalterables por mucho tiempo.  Pero lo precipitación del tiempo hace que el dolor no sea tanto, sucede como en los aviones, antes “low cost”,  desde que despegabas hasta llegar al destino te mantenían distraído para evitarte pensar en el miedo a volar.  Algo similar debe suceder con las cosas que perdemos, las azafatas de nuestra memoria nos entretienen para no darnos cuenta, y cambiar de un destino a otro sin demasiado dolor, sin darnos tiempo apenas a percibir el cambio.

Vamos ocupando lugares diferentes y si miramos a nuestro alrededor, las referencias van cambiando, y posiblemente ha de ser así, como símbolo de vida, el chascarrillo es ver sentado a un político más de 20 años en la misma poltrona, puede ser un síntoma o un símbolo de podredumbre.

Sin embargo, si hay algo que permanece inalterable, son, antropológicamente las raíces o metafísicamente nuestra naturaleza humana.  He visto a mucho mono vestirse de seda y no parecer otra cosa que mono, pero es cierto que la seda hace al monje ante los demás, si la seda es buena incluso se puede engañar y esconder al mono.  Pero lo que debemos saber todos es que el mono esta ahí.  Seguro.

En definitiva, el tiempo tiene una gran ventaja sobre nosotros, a el no le preocupa, para nada,  la cantidad de arena que tiene o le queda al reloj.  El desierto es suyo.