sábado, 28 de abril de 2012

No recuerdo lo viejo que soy

En algún momento del camino es necesario pararse, unas veces lo pide nuestro cuerpo de forma pacifica, otras de forma tajante como expresión del hartazgo, del cansancio e incluso del aburrimiento de vivir.  La reflexión es un ejercicio desconocido, sobre todo si no hay presión para como resultado tomar una decisión a posteriori, la reflexión gozosa es la buena, y también por eso, escasa y breve.

Cuando conseguimos llegar a algún tipo de frontera artificial durante los días del año o durante cualquier época de nuestras vidas, es obligado viajar de forma liviana de la mano de la reflexión, no en vano , pasaremos esa frontera artificial del tiempo, estrenaremos un nuevo territorio nuevo y particular, y como todos los estrenos siempre hay que hacerlos con ilusión y ganas, con energías renovadas y coraje para llegar hasta el final de ese camino o  reto y el comienzo de otro nuevo y desconocido.

Si tuviese que contestar a la supuesta pregunta de cual es una de las cuestiones que me sorprenden de forma contundente y continuada, sin llegar a entender la causa, sin duda una seria la facilidad con que asumimos y nos conformamos, la desnaturalización humana de las masas, el conformismo y la aceptación de la aberración y el sin sentido como parte de nuestro paisaje, de nuestro entorno.

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