En algún momento del camino es necesario pararse, unas veces lo pide nuestro cuerpo de forma pacifica, otras de forma tajante como expresión del hartazgo, del cansancio e incluso del aburrimiento de vivir. La reflexión es un ejercicio desconocido, sobre todo si no hay presión para como resultado tomar una decisión a posteriori, la reflexión gozosa es la buena, y también por eso, escasa y breve.
Cuando conseguimos llegar a algún tipo de frontera artificial durante los días del año o durante cualquier época de nuestras vidas, es obligado viajar de forma liviana de la mano de la reflexión, no en vano , pasaremos esa frontera artificial del tiempo, estrenaremos un nuevo territorio nuevo y particular, y como todos los estrenos siempre hay que hacerlos con ilusión y ganas, con energías renovadas y coraje para llegar hasta el final de ese camino o reto y el comienzo de otro nuevo y desconocido.
Si tuviese que contestar a la supuesta pregunta de cual es una de las cuestiones que me sorprenden de forma contundente y continuada, sin llegar a entender la causa, sin duda una seria la facilidad con que asumimos y nos conformamos, la desnaturalización humana de las masas, el conformismo y la aceptación de la aberración y el sin sentido como parte de nuestro paisaje, de nuestro entorno.
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