sábado, 17 de diciembre de 2011

La telaraña que nos atrapa

telarañaLa vida en los pueblos ha estado siempre regida por normas de convivencia muy sabidas y casi siempre respetadas, todo el mundo entendía de lindes, donde terminaba lo nuestro y empezaba lo ajeno, el código civil para lo menos malo y el código penal para lo peor.  Normas de convivencia generales que han perdurado muchos años.

Actualmente (Y QUIZAS PAREZCA PESADO) tenemos exceso de prohibiciones y saturación de reglamentos que no sobrevivirían a un examen básico del Constitucional, y tampoco del sentido común, pero ahí están, criaturas inútiles a imagen y semejanza muchas veces de sus creadores, virus letales imbricados en los engranajes de la sociedad, causantes en la mayoría de ocasiones de graves perjuicios a los ciudadanos, sobre todo de los mas débiles.  La administración es consciente, ya se hablaba hace mucho de ello con la ley de servicios, pero en vez de cortar lo absurdo lo han ido alimentando.

Considerando la época y las reglas de la selva económica en la que nos movemos, cualquier intención de generar empleo en este país, tendrá dos barreras difíciles de superar, insisto en la época actual y en las que se avecinan, donde el oasis de borrachera y lujuria por el dinero para todos se acabo.  El dinero siempre ha tenido dueño, y el poder seguirá siendo su sirviente, el poder perdona al banquero y el banquero le perdona y le bendice las deudas y sus pecados. Fácil y sencillo sin necesidad de ingeniería financiera, ni formulas matemáticas difíciles de entender. Pero vayamos a las barreras para la creación de empleo.  Estas barreras no las impone el mercado, las impone la intervención de las instituciones publicas, el gran enemigo del empleo es el alto coste que supone crear empleo, crear empleo en este país es un castigo que esta penado con un enorme lastre económico para la empresa.  Y no se soluciona como pretende el amigo Rosel creando empleo a 400 euros de salario, menuda idea del presidente de la CEOE, similar a los pisos de 20  metros cuadrados para solucionar el problema de la carestía de la vivienda de la señora ministra.  Mal empezamos. Supongo que el señor Rosel es capaz de vivir con 400 euros al mes, o quizás se refiera a empleo para “personas” pero no “humanas”.

Las cosas mejor llamarlas por su nombre, dejar por un momento lo correctamente político, en primer lugar los salarios no tienen la culpa, no son el mayor coste de la empresa en la generación de empleo, lo que asusta son las cargas ajenas a la producción, las que gravan la competitividad, los costes de la seguridad social y los costes de deshacer un contrato, son conceptos que hay que revisar con valentía, costes que recaen sobre la empresa, como si la empresa fuese culpable de la situación del mercado. 

El mayor coste del final de un contrato para el trabajador y para la economía, es no encontrar trabajo al día siguiente, es el paro.  Es el miedo a contratar por el empresario.  Otro tópico es machacar sobre los contratos temporales, llamados precarios, no entiendo como quieren que sean los contratos y el trabajo, son un puro reflejo de la realidad que nos rodea, no puede haber contratos modélicos “puros” en una situación totalmente errática, extraña y tremendamente incierta e insegura, llena de bandolerismo y de atracadores “bendecidos”,  quien asegura por otra parte a las empresas una continuidad en sus trabajos, en sus contratos, en sus cobros, la seguridad social ¿acaso? ¿hacienda?  Que ironía.

Las reformas del mercado laboral hay que hacerlas en el fondo de la empresa, y la empresa hoy tiene dos enemigos enfrente: la seguridad social, hacienda y las inmensidad de trabas burocráticas inútiles y en algunos casos totalmente ilegales, y es por ahí por donde se han de comenzar las reformas laborales, las buenas, “la autentica”.  Hay que aflojar el corsé que asfixia a las empresa, y al trabajador, el lazo que ahoga la capacidad de movimiento, el dinamismo pisoteado, hay que liberar la iniciativa y cambiar el chipo de las administraciones publicas, hay que respetar a los autónomos, mimarlos, a las pequeñas empresas, hay que dejar de machacarlos con todo tipo de ardid, las multas no son la mejor motivación, ya basta de considerarnos a “todos” culpables antes que ciudadanos.  La verdadera reforma esta en los políticos, en las instituciones, tenemos que dejar de ser un país de pandereta y avinagrados, el vinagre para las ensaladas y la panderetas para navidad.  Sobra mucha costra política y falta terreno limpio para jugar el partido del empleo.

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