martes, 28 de junio de 2011

Las cosas cambiadas

limites_velocidadCuando era niño y escuchaba las conversaciones de los mayores, recuerdo haber oído de forma reiterativa en algunas de ellas cierta preocupación –de aquellos tiempos- por las malas carreteras existentes en España, en aquella época las comparaban con las maravillosas autopistas de Alemania y Francia.  Aquí ni había buenas carreteras ni buenos coches.  Con el paso del tiempo, y el cultivo de la paciencia, ahora tenemos buenos coches y buenas autovías y autopistas, incluso buenas carreteras, pero se nos han torcido o estropeado los señores que gobiernan estos asuntos, o no escucharon cuando eran niños las preocupaciones de sus padres.  Poco les importa.

Su filosofía es o parece totalmente intervencionista y ahora que tenemos buenos coches, potentes y de bajo consumo, cómodos y fiables y  buenas carreteras y autopistas, ahora que todos podíamos disfrutar de las buenas sensaciones de viajar, gozar con los paisajes, cuando deberíamos de estar atentos a la carretera, y del coche, nos cambian el paso, o mejor nos venden bastantes ideas falsas que de tanto repetirlas las convierten en verdad.

Nos obligan a ir pendientes del cuenta kilómetros, atentos a los cambios de velocidad de las señales, viajamos pendientes de los radares y de las patrullas apostadas en caminos y rotondas, con los limites de velocidad nos dormimos y los viajes se hacen eternos.  En cualquier momento nos encontramos con un gran montículo en la carretera lo llaman “paso elevado de peatones” (menuda subnormalidad), que falta de sentido común, elevar una carretera de forma temeraria ¿con que objetivo? para que el enfermo de una ambulancia toque el techo cuando pase, para comprobar el estado de los frenos, para descolocar toda la carga, para descabalgar al motorista o al ciclista, para provocar la montaña rusa en el autobús, para que la embarazada se acuerde cada vez que pase del inventor de tan sofisticado invento.  Pero el aburrimiento y la incongruencia llega a cotas que sobrepasan el ridículo y bajamos diez kilómetros la velocidad para sacar al país de la ruina energética. Bien pensado, suficiente para la nominación al premio Nobel de Economía.

En una época como la actual donde nos venden que prima la eco-eficiencia, la competitividad, la globalización, las buenas comunicaciones, la optimización de colapsos y caravanas, nosotros tendemos a los caminos empedrados y el transporte en carro y en borrica.

Mientras tanto las multas ya son una partida considerable en nuestros impuestos indirectos, si es cierto, como afirman, que no existe afán recaudatorio, que le den el importe de la recaudación a una ONG o a Caritas.  Y, y solo Y, Quizás de ese modo mi indignación será menos.

No hay comentarios: