domingo, 1 de agosto de 2010

La delgada línea roja de la democracia

linearoja Los telediarios no los veo por una cuestión de salud mental, pero cuando aún ojeo los periódicos, me sorprendo sobremanera, a veces incluso me enojo y la mayoría de las veces no entiendo.  Como es posible que no sea capaz de ver la grandeza del Estatuto catalán, como es posible que no entienda que trabajare menos, que pagare menos impuestos, que las autopistas serán gratis, que los radares me harán una foto pero solo de recuerdo, que los mozos me los encontrare en las rotondas para darme los buenos días, que podré ir a 80 por las rondas en vez de estar parado y todo ello por mi bien, que podre trabajar en Barcelona con mi coche y sacar algo más que para pagar las multas, que los recibos del agua, luz y electricidad serán justos y no reflejaran la incompetencia y el lucro de sus gestores, que la administración no me pedirá el padrón municipal si tengo el DNI actualizado, que por fin seré un primero un ciudadano y luego si cal una persona de la que desconfiar, y no al contrario como ahora que nada es valido si no esta conformado varias veces por fedatario publico u organismo, que posiblemente recibamos subvenciones para tunear el coche, que las obras de nuestra casa con suerte las financiara el Palau, que para ver los toros (no me apasionan, nunca he ido) tendremos que ir a España o Francia, que formaremos parte de una gran familia donde el gran ojo vigilara por nuestra identidad y nuestro compromiso, teniendo gran cuidado en que nadie salga del redil identitario y uniforme.

Disquisiciones aparte, quiero desgranar, la democracia con la que se elaborado el estatuto y el resto de las leyes y decretos leyes.

Partamos de convencionalismo tantas veces oído, la democracia es el mejor sistema de gobierno que conocemos y aceptémosle.  Como concepto es perfecto, pero las instituciones y el contenido se lo dan las personas, importante, las personas que eligen los partidos en función de lealtades y vasallaje, como decía un político de la transición el que se mueve no sale en la foto.  El no ser critico o mantener una disciplina fue algo muy oportuno y ventajoso en la transición, lo importante era una misma idea y un mismo fin, llegar al final de un periodo y gobernar en democracia, fue posible por la unidad de las voces y sobre todo por el carisma y el sentido común de los lideres del momento.

Piensen una transición con los políticos actuales, o en un equipo de redactores de la Constitución.  No tan siquiera es posible plantearlo.  La mediocridad y la falta de sentido político es lo que más abunda en la mal llamada clase política.

En el momento actual nuestro sistema político esta plenamente maduro, y necesita mecanismos que la protejan de todo lo contrario que en la transición.  Lo que atenaza a la democracia actual es la corrupción, la mediocridad, el inmovilismo y la falta de critica.  Ha de ser mas participativa y elaborar mecanismos para atajar los abusos de los gobernantes.  Cuatros años de gobierno incompetente o con personas faltas de capacidad o débiles pueden llegar a poner en cuestión la convivencia de forma muy grave.  Parece imposible pero es factible.  del mismo modo que nadie pensaba que tras tanta abundancia sucedería una época como la actual.

Se han de potenciar las listas abiertas, las elecciones primarias y hacer los partidos políticos abiertos y receptivos a las inquietudes  sociales, las reales.  También de han gestionar mecanismos para actuar de forma automática cuando un político pierde el norte, o cuando una institución sobrepasa la línea roja.  Nadie en este país, sea Agamenon o su porquero, tiene el mínimo derecho, repito EL MINIMO DERECHO, de poner en cuestión y menos en peligro el modelo de convivencia que los españoles hemos elegido después de una guerra y 40 años de sometimiento.  Se han de articular mecanismos de forma inmediata para devolver a su sitio a los políticos que no son dignos de representarnos, los que sobrepasan la línea rojo.

Y lo que no se puede permitir, ya lo he dicho muchas veces, es ser un déspota aprovechándose de la etiqueta democracia.

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