lunes, 22 de diciembre de 2008

El totalitarismo democrático y la parálisis social

libertad democratica Los totalitarismos tienen una característica común esencial y vertebradora de suma importancia, gracias a la propaganda consiguen su arraigo y el consentimiento social, la propagación y la asunción de sus grandes mentiras se justifican al ser eco de los medios sociales.  ¿a quien sino debemos de creer?

Hay una gran diferencia entre los totalitarismos bananeros y una democracia totalitaria, las dictaduras son imposiciones por la fuerza y están claramente delimitadas, el totalitarismo democrático es más sutil y tiene su punto masoquista, puesto que somos nosotros de forma voluntaria quienes elegimos a nuestros representantes del régimen.

Los totalitarismos tienen una cosa en común, todos se alimentan del poder, todos tejen una tupida red de clientelismos con sus años de permanencia en el poder, el sistema de partidos actual se asemeja a los antiguos cortesanos, antes eran elegidos por su baja peligrosidad y como elementos suntuosos y decorativos y ahora suponen una basta y amplia casta bien alimentada y culturizada, repartida en todos los estratos sociales, políticos y económicos.  Todo ello quede claro, se realiza con la etiqueta democrática.

La etiqueta democrática como se puede intuir no es otra que el decreto ley, por la vía democrática y amparándose en ella se pueden cometer atropellos e injusticias descomunales e impensables en otros sistemas, además la democracia protege de las revueltas sociales.  Los despropósitos lo son aún siendo democráticos, que un parlamento vote por mayoría una ley no es garantía democrática, puesto que la voluntad depositada en cada uno de los votos del ciudadano (millones), queda enmudecida por cuatro partidos y una única disciplina de voto, en un parlamento no hay trescientas voces representando a 40 millones de ciudadanos, hay unos intereses de partido que no suelen coincidir con los intereses generales, sino más bien con los calendarios electorales y los pactos subsiguientes.

La situación actual de crisis globalizada es la culminación de lo expuesto, ha sido tal la confianza del sistema en la inmunidad, como ha quedado constatado, que los despropósitos alcanzan cotas inimaginables de desfalco y timo alrededor del poder, nunca en las clases medias ni sociales ni empresariales.

Y el arreglo hay que buscarlo donde se cometió el error y no buscar culpables en la sociedad civil, en los ciudadanos, acusándose entre ellos de falta de cabeza, de consumismo exacerbado, por comprar una vivienda o un coche con un sueldo de mierda. Descerebrados se llaman entre ellos.  No, la culpa no la tienen los consumidores, ni tampoco la solución.

La solución es complicada, supone pedirle cuentas a quienes nos han llenado de favores, a quienes han sido nuestros colegas, con quien almorzamos, desayunamos, forman parte como nosotros de la elite del poder.  Así que la solución por mucho que pese ya vendrá, se tendrán que abrochar el cinturón todos, los consumidores un punto más y los poderosos un punto menos, los ciudadanos para que no se nos caigan los pantalones y ellos (los más bellos) para que no les aprisione la tripa.

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